Leyenda de los pueblos muertos



En su relato sobre Babia, Luis Mateo Diez incluye un cuento titulado la sacabera que recuerda la trágica historia de un pueblo feliz, de gente buena que respetaba las costumbres, hacia sus labores, pastoreaba los rebaños y vivía hermanada con los demás lugares de la comarca. Pero algo sucedió para que la desgracia asolase sus modestos muros y sellara el destino mortal de sus habitantes como u viento negro y venenoso. se celebraba la fiesta de San Mamés, todos se pusieron sus mejores galas para acudir al toque de las campanas de la ermita a misa, el cura bendijo los panecillos del santo, recién amasado y horneado. Después bailaron sobre manteles que colocaron en la pradera, cerca de la fuente, se colocaron las empanadas, las tartas y las botas de vino. Pero, de repente, vino el sueño horrible y corrió el veneno hiriendo a todos con la misma flecha. La era se torno cementerio. Murió el pueblo y su muerte fue respetada. Nada volvió a habitar aquel lugar. Con el tiempo, apareció entre las piedras del molino la piel reseca de una sacabera - una salamandra - que había vertido la ponzoña mortal en la harina con la que cocieron el pan del santo.
Se cuenta que solo dos niñas sobrevivieron a la tragedia que asoló aquel poblado de las inmediaciones de la fuente. Una de ellas resulto ser la fundadora de Las Murias y otra de Quintanilla de los Canes.


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